La música no solo es parte de nuestra cultura y nuestra historia. La música tiene un lugar esencial en nuestra vida; forma parte de la filosofía e ideología de todo aquel que se siente identificado con un acorde o una melodía, aun sin conocer la composición de la cual es formada.
Bastaría con decir que la música es arte en su más pura expresión; quizá el más bello de los siete artes mencionados por el teórico del cine, Ricciotto Canudo, sin embargo, la música va más allá de las simples categorizaciones, va más allá de las generaciones, de las modas, tendencias, e incluso, va más allá de las personas que crean música. Porque ésta traspasa el pensamiento inicial de quien fabrica una canción para mutar en miles de pensamientos divergentes, diferentes, ambivalentes.
La música por sí sola y en su concepto básico es el arte de mezclar melodía, ritmo y armonía. No obstante, posee un sinnúmero de acepciones que varían de acuerdo al tiempo en que se dieron. Por ejemplo, el significado que hoy se le atribuye a este arte es distinto al que se tenía en antiguas civilizaciones como la griega o egipcia. De todos modos, diferente o no, lo único que no varía es la aceptación que la música siempre ha formado parte de la cultura del hombre.
Se sabe que este bello arte ha acompañado a la humanidad desde su etapa más primitiva y, según el doctor Norman Weinberger, surge como un intento de imitar el sonido de los animales y como una forma de exteriorización de los sentimientos, además que, la música tendría un fuerte componente biológico, prueba de ello es que los infantes tienen capacidades musicales innatas. Por otro lado, se ha comprobado que el cerebro contiene bloques musicales básicos que están especializados para procesar elementos fundamentales de la música.
Dicho esto, resulta irremediable hablar de cómo la música ha influenciado en la vida de las personas, y la sociedad misma, desde tiempos inmemoriales. Por eso la basta evidencia de instrumentos musicales en culturales milenarias que eran utilizados para ceremonias religiosas y diversión.
Y es que, la música ha sabido acompañar los pasos del hombre en la tierra por su carácter emotivo. Su fuerza radica en la mimetización que se genera al escuchar una canción. Ya lo dijo Platón, “la música cuenta mayormente con el hechizo ejercido en el alma por el elemento sensible”, y Aristóteles no se equivocaba al afirmar que la música imita perfectamente los estados del alma.
Los sicólogos afirman que la experiencia es vital en el aprendizaje; a partir de ello se puede inferir que la música es una fuente increíble de transmisión de experiencias, pero ¿por qué? La empatía generada por la música es tal, que los oyentes adoptan ciertas emociones como propias; así, cuando una persona escucha una canción que emula alguna emoción o trata de trasmitir cierta experiencia, el oyente se sumerge en ese mismo sentimiento o vivencia.
Desde el punto de vista sociológico, la música es un producto cultural que se entiende de distinta forma dependiendo del estrato social en que es producido. La sociedad genera música y plasma sus costumbres, vivencias, ideales y metas en ellas, es por ello, que surgen grupos dentro de la sociedad, en los cuales son impuestos valores, los ideales, nace la alienación, surgen estereotipos, prejuicios y más.
Cuántas guerras trascurrieron al compás de un tambor o una corneta, cuántas revoluciones, movimientos o corrientes fueron estimuladas con el sonido de una voz cantante o una guitarra. No olvidemos que en épocas de conflicto social la música se ha hecho presente para manifestar un mar de ideas, incitar la lucha, resistir el camino pedregoso de las dictaduras más infames, promover la paz o apaciguar los ánimos.
Remontándonos algunas décadas atrás, durante la guerra de Estados Unidos con Vietnan. Las manifestaciones, que iniciaron en el 64, para frenar la guerra tuvieron un fuerte componente musical, ya que el movimiento hippie, movimiento pacifista, trasmitía su sentir y su rechazo a la guerra, en gran manera, mediante sus canciones. Su música contestataria ha perdurado hasta hoy como símbolo de la oposición a la muerte y guerras. Fruto de este movimiento es que se conocen a grandes artistas como Joan Baez, Bob Dylan, Janis Joplin, Jefferson Airplane y bandas de reconocimiento mundial como The Doors, The Beatles, Creedance Clearwater Revival, entre otros.
La influencia de la música es interminable, es poderosa. No se agotan en estilos ni en indumentarias, en peinados o gustos. La música es infinita como su valor y su sentido. Un aria de Leoncavallo podría causar la pena del más frío corazón, y al contrario, una pieza de Giuseppe Verdi alegraría a las sombras en su soledad. La música contagia, anima; una escala de notas agudas causa efectos en el sistema nervioso, en la mente, en el alma.
Filósofos, científicos, amantes, incrédulos, sabios o ignorantes, todos se han rendido ante la partitura de una pieza musical. Friedrich Nietzsche tenía razón, “la vida sin música sería un error”.